Hoy vuelvo a rescatar un texto del olvido en la sección de Reciclaje Intelectual, un texto del pasado (no muy remoto) que fue colgado dentro de un foro de literatura donde se hacía un juego de cuentos en cadena. La cosa consistía en escribir un relato y después poner dos palabras y la persona que quisiera continuar la historia tenía que incluir esas dos palabras en su escrito dejando dos de nuevas para el siguiente. No sé porque pero después de mí nadie siguió el juego (no era la primera vez que pasaba, se deberían pensar que yo era el punto final personificado o algo así)
UN POETA INDIGNO
Cinco horas más tarde, cuando el despertador, con forma de gallo travestido (o sea, de gallina hormonada) le despertó con su agudo pitido (homologado en la tienda de "todo a cien" donde lo compro sin garantía ni crédito a plazo fijo), abrió los ojos y dio el bostezo de los "buenos días" mientras levantaba los brazos al unísono. Menudo sueño raro había tenido el muy bastardo. Hacia siete noches que tenia esa especie de pesadillas alucinantes con forma de poesía de rima forzada, letras digitales azules y negras le escupían palabras extrañas de uso restringido en los urinarios de caballeros con estudios primarios; después, como siempre, terminaba con una extensa disertación filosófica sobre la esencia existencial de un grupo virtual imaginario que discutía sobre política y libros malditos. Nada nuevo bajo el sol de su universo personal, todo lleno de cachondeo en estado puro y surrealismo onírico.
En fin, el poeta se levanto con pereza y olvido su ya cotidiana orgía con Morfeus mientras se peinaba con colonia barata. Desde que dejo su trabajo en los muelles que sufría la tópica y aburrida crisis existencialista del artista frustrado y incomprendido. No sabia que hacer por las mañanas. ¿Donde podía ubicarse un pelirrojo teñido de rubio ceniza? No encontraba su sitio en la vida ni sus gafas con montura de pasta azul, ni tan siquiera aparcamiento en la calle (la cual cosa tenia merito ya que no disponía de automóvil).
Encendió la radio para escuchar el Apocalipsis rutinario de la COPE y miro fijamente el reflejo cristalino de su mirada que rebotaba en el espejo del cuarto de baño.
-Joder, cada día estoy más bueno.
Hablaba directamente a su subconsciente; el mismo que le jodia las horas de sueño con lirismos irracionales de ultratumba.
Su propio reflejo no le engañaba. Era un hombre de mediana edad de atuendo bohemio e ideología acrata. Odiaba la burocracia cotidiana que le obligaba a usar ropa interior limpia y a saludar a la portera para que le hiciera los servicios de mantenimiento mínimos en el rellano de su piso. Desde que el vecino del tercero había llenado el ascensor de mermelada de cereza, para reivindicar una cosa secreta que no quería contar a nadie, que se convirtió en el único inquilino de toda la escalera en hacer servir ese aparato elevador/bajador (cosa que complico sus entradas y salidas del edificio ya que al vivir en la planta baja hacia unos viajes gratuitos que podría haberse ahorrado perfectamente). Tampoco era un hombre excesivamente comunicativo con las dependientas de las fruterías que solía frecuentar en busca de inspiración y de alguna pera madura que poderse echar a la boca. El poeta necesitaba pocos minutos para despejarse, era hombre con poca capacidad de concentración y eso le resultaba muy útil para romper las cadenas con el colchón y sus ajetreadas horas nocturnas.
Llamaron a la puerta, abrió sin preguntar quien era. Una mujer vestida de mujer de la limpieza entro sin saludar; se sentó en el sofá del comedor y empezó a hablarle con familiaridad.
-¿Como has dormido hoy?
-Estirado en la cama.
-Interesante. ¿Que tienes contra la bañera?
-Nada, pero la cama es más cómoda para según que cosas. Tú ya me entiendes- Dijo guiñándole un ojo.
Lo mujer puso mala cara y hablo secamente.-No me vengas con insinuaciones sexuales que no está el horno para bollos.
-No, si yo solo digo que la bañera no es practica para dormir la mona y además puedes cojer mala postura. A parte que la cama no tiene ningún buen desagüe para lavarse los pies a chorros.
-Veo que sigues tan tonto como siempre. ¿Has recibido algún e-meil con propaganda independentista?
-¿e-meil? ¿Que es eso?
-Un correo electrónico, botarate.
-Ah. No lo sé, desde que no tengo tarifa plana que uso el enchufe para la tostadora, pero conque tengo alergia al pan que todavía no sé como funciona.
-Argg. Ya basta por hoy. YO YA HE CUMPLIDO- Se levanto del sofá a gran velocidad, dejo un sobre en la mesa y salio del domicilio tan rápido como había entrado.
El portazo fue seco y solo rompió una jarra de escaso valor sentimental.
En el silencio de la nueva soledad el poeta pensó en el frió de su nevera estropeada y abrió el sobre con una indiferencia aburrida. Había dos páginas manuscritas y una fotografía de su abuela paterna en la que saludaba al fotógrafo con el dedo anular.
El día acababa de empezar y todavía no había desayunado sus cereales con miel.
En fin, el poeta se levanto con pereza y olvido su ya cotidiana orgía con Morfeus mientras se peinaba con colonia barata. Desde que dejo su trabajo en los muelles que sufría la tópica y aburrida crisis existencialista del artista frustrado y incomprendido. No sabia que hacer por las mañanas. ¿Donde podía ubicarse un pelirrojo teñido de rubio ceniza? No encontraba su sitio en la vida ni sus gafas con montura de pasta azul, ni tan siquiera aparcamiento en la calle (la cual cosa tenia merito ya que no disponía de automóvil).
Encendió la radio para escuchar el Apocalipsis rutinario de la COPE y miro fijamente el reflejo cristalino de su mirada que rebotaba en el espejo del cuarto de baño.
-Joder, cada día estoy más bueno.
Hablaba directamente a su subconsciente; el mismo que le jodia las horas de sueño con lirismos irracionales de ultratumba.
Su propio reflejo no le engañaba. Era un hombre de mediana edad de atuendo bohemio e ideología acrata. Odiaba la burocracia cotidiana que le obligaba a usar ropa interior limpia y a saludar a la portera para que le hiciera los servicios de mantenimiento mínimos en el rellano de su piso. Desde que el vecino del tercero había llenado el ascensor de mermelada de cereza, para reivindicar una cosa secreta que no quería contar a nadie, que se convirtió en el único inquilino de toda la escalera en hacer servir ese aparato elevador/bajador (cosa que complico sus entradas y salidas del edificio ya que al vivir en la planta baja hacia unos viajes gratuitos que podría haberse ahorrado perfectamente). Tampoco era un hombre excesivamente comunicativo con las dependientas de las fruterías que solía frecuentar en busca de inspiración y de alguna pera madura que poderse echar a la boca. El poeta necesitaba pocos minutos para despejarse, era hombre con poca capacidad de concentración y eso le resultaba muy útil para romper las cadenas con el colchón y sus ajetreadas horas nocturnas.
Llamaron a la puerta, abrió sin preguntar quien era. Una mujer vestida de mujer de la limpieza entro sin saludar; se sentó en el sofá del comedor y empezó a hablarle con familiaridad.
-¿Como has dormido hoy?
-Estirado en la cama.
-Interesante. ¿Que tienes contra la bañera?
-Nada, pero la cama es más cómoda para según que cosas. Tú ya me entiendes- Dijo guiñándole un ojo.
Lo mujer puso mala cara y hablo secamente.-No me vengas con insinuaciones sexuales que no está el horno para bollos.
-No, si yo solo digo que la bañera no es practica para dormir la mona y además puedes cojer mala postura. A parte que la cama no tiene ningún buen desagüe para lavarse los pies a chorros.
-Veo que sigues tan tonto como siempre. ¿Has recibido algún e-meil con propaganda independentista?
-¿e-meil? ¿Que es eso?
-Un correo electrónico, botarate.
-Ah. No lo sé, desde que no tengo tarifa plana que uso el enchufe para la tostadora, pero conque tengo alergia al pan que todavía no sé como funciona.
-Argg. Ya basta por hoy. YO YA HE CUMPLIDO- Se levanto del sofá a gran velocidad, dejo un sobre en la mesa y salio del domicilio tan rápido como había entrado.
El portazo fue seco y solo rompió una jarra de escaso valor sentimental.
En el silencio de la nueva soledad el poeta pensó en el frió de su nevera estropeada y abrió el sobre con una indiferencia aburrida. Había dos páginas manuscritas y una fotografía de su abuela paterna en la que saludaba al fotógrafo con el dedo anular.
El día acababa de empezar y todavía no había desayunado sus cereales con miel.