Dolor estándar

El enamorado no correspondido quiere subir a la cima de una montaña. Le cuesta respirar, está triste. La chica bonita monopoliza todos sus pensamientos. Todo le hace daño pero en verdad es pura paranoia hipocondríaca. Su realidad mental es un suburbio del infierno, un Matrix de sombras alargadas donde gente desconocida y con cara de mala persona se ríe mientras le señala con el dedo.
Son hostiles y dan miedo.
La depresión se retro-alimenta con las imágenes de ella y su fría indiferencia, su crueldad inconsciente.
Si ella supiera.
Una y otra vez repasa mentalmente la carta que nunca le escribió. Mastica los matices pero no los puede digerir.
Todo es tan horrible.
Ese vacío infinito que le satura el estómago.
Esa ridícula piedra en el zapato que se clava a cada paso que da.
Respirar es una aventura, sabe que ya no la verá nunca más y que hay un antes y un después; ella es el punto de inflación, la línea de su ecuador meridional.
¿Qué sentido tiene la vida ahora?
Ojala no supiera que existe, que en algún lugar del mundo alguien puede hablarle, verla, tocarla y escucharla. Seguro que no la valoran. Él se conformaría con poder hablar del tiempo, de los números pares o de cualquier otra banalidad que hiciera rebrotar su hilo de voz.
Su rostro se aparece en todas las canciones, en todos los poemas y en todas las estadísticas de muertos en la carretera. También la imaginó en un accidente de avión en Turquía que salio por televisión.
¿Pero que coño tendría que hacer ella en Turquía?
Camina a la deriva, tiene la boca seca y los ojos húmedos. No sabe el nombre de la calle, entra en un bar de mala muerte y peor vida. Pide café con azúcar y sin sal, eso último sobraba pero es el humor de los derrotados; se dirige hacia el lavabo, recinto típico, sucio cómo marcan los cánones (y seguramente las instancias municipales); se mira en el espejo medio quebrado y se encuentra guapo entre tanta mierda. Su mundo es una dimensión llena de lavabos sucios.
Orina sobre una concentración de colillas de nicotina que resisten con dignidad. Siempre hay ecosistemas más decadentes.

Sorprendente giro argumental y final precipitado.

Al volver a la barra la vio y un relámpago de energía blanca lo atravesó. Ella se materializo allí mismo, exactamente en el mismo lugar en el mundo donde él estaba, las mismas coordenadas.
El corazón late más fuerte, las piernas chirrían y casi se cae al suelo.
Ella está de espaldas y no lo ha visto. Habla con unas amigas de cara vulgar. No las conoce ni lo conocen. Coge valor y el café y se acerca disimulando, ya oye su voz, esto es el paraíso, pensaba que no la podría escucharla nunca más.
La vida está empapelada con colores pastel.
El aire es limpio y transparente.
Un milagro de sonrisa le aparece tatuado en medio de la cara.
Escucha cómo habla y interactúa con sus amigas.
Que ser vivo tan maravilloso.
Ella dice que no se marchará, no se puede marchar. Tiene el corazón lleno de dolor y ama a un chico tímido que nunca se atreve a hablarle. No deja de pensar en él y en su camisa calabaza. Él tiene ganas de gritar pero el Barça todavía no ha ganado la liga y no quiere llamar la atención. Necesita rescatar las colillas de nicotina del lavabo y grabarlo en vídeo. Quiere apadrinar a un niño de Suecia o Luxemburgo, le gusta el primer mundo porque es más limpio.
De repente hay un terremoto emocional.
Ella habla de la vida, opina de todo lo que se mueve.
Dice lo que siente, piensa y desea.

La verdad sale a la luz y la música se vuelve ruido.

¿Pero de donde carajos a salido esta marciana?
¿Quién le ha licuado el cerebro?
¡Que cosa insustancial tan anodina, Dios mío!
Qué poca personalidad, que superficialidad más aburrida.
El mito cae a peso.
No puede ser, ella que era tan misteriosa y enigmática. Le intuía todas las virtudes, con aquellos caminares tan interesantes.
De repente, parece que el bar hace mal olor.
El camarero es un gracioso y le ha puesto sal en el café.
El mundo es repelente. No soporta seguir escuchando a aquella merluza insufrible. Sale corriendo, parece que al final ella le ha visto y pone una cara de conmoción profunda, no le importa, que se vaya a Turquía y coja un avión a ver si se estrella. La sola idea de que le venga detrás le pone enfermo.
¿Como puede haber pasado aquél Vía Crucis de padecimiento por aquélla gárrula que ni conocía?
Qué vergüenza, que humillante.
Que patética es ella y que patético es él.
Un laberinto de pasadizos sicodélicos corren por su mente.
La ternura y la crueldad, la caricia y la bofetada.
¿Quien somos y a donde vamos?
¿Que esperamos de los otros?
¿Que les podemos ofrecer?
El desenamorado correspondido es consciente de su mediocridad y filosofa con una trascendencia que le viene grande. El mundo es de los atrevidos y de los que están en medio para estorbar.
Mientras, en un bar de baja estofa, una chica da alma pura y mente privilegiada se cansa de la gente que la acompaña. Por circunstancias tiene que aguantar toda la noche, interpreta una personalidad rudimentaria para adaptarse al grupo (tan ajeno a ella).
La vida está llena de situaciones rebuscadas. Pronto se acabará este compromiso tan desagradable y podrá dejar de actuar. Ha visto un chico que le sonaba pero se ha marchado corriendo. Quizás es mejor así, no parecía que pudiera haber simbiosis, alguien que fuera capaz de entrar en aquel local por voluntad propia, definitivamente, era de otra galaxia para ella.

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