Todo empezó una fría tarde de verano debajo del tejado decolorado de una cabaña rústica en medio del bosque de alta montaña de la Suiza meridional.
La ex ministra de cultura sueca del ex gobierno de coalición entre el Partido Comunista Leninista y el Frente Populista de la extrema derecha estaba tomando un café mientras leía algunas de las antiguas cartas con amenazas de la época en que gobernó.
Gobernó, todo hay que decirlo, de una manera controvertida y arbitraría.
En aquellos días decidió retirar todas las subvenciones oficiales a cualquier actividad cultural para destinar el dinero a comprar nuevo armamento pesado y pelotas de playa ligeras para varios estamentos del ejercito de tierra y del agua y para los bañistas ociosos con ganas de disparar.
La mujer se quedó sorprendida al ver, que entre unos párrafos con un alto contenido sexual explicito dónde la invitaban a ser petada analmente por varios animales de granja, había un estilo de escritura fácil de reconocer para ella.
Era una prosa muy familiar de los años de la post-adolescencia.
Pensó sobre el tema un largo rato y al cabo de dos horas llegó a la conclusión de que aquella carta la había enviado Gregorio, un ex novio de la universidad sin antecedentes penales ni conocimientos elementales para tocar la guitarra clásica.
Recordaba muy bien a aquel personaje corpulento de besos restringidos; era calvo, diabético y escribía en el boletín de estudiantes repetidores.
Claro que pronto se dio cuenta de que había estado perdiendo el tiempo inútilmente ya que la propia carta estaba firmada como “Gregorio, ex novio resentido, alopedico sin azúcar y todavía vigente subdirector del boletín de estudiantes repetidores”.
Aquella firma era la confirmación de lo que sospechaba y esto le resultó muy desagradable y deprimente.
Cómo podía ser que una persona que había conocido personalmente, en la intimidad más intima que se puede tener cuando le comes la boca a alguien mientras te manosea bruscamente la entrepierna rasurada, se subiera al carro de los anónimos con mucho tiempo libre que la perseguían y martirizaban desde que llegó al poder?
Es cierto que ella lo traicionó de varias maneras para que lo despidieran del mejor puesto de trabajo que había conseguido en su vida y que lo calumnió sin escrúpulos para que su propia familia lo desterrase y no le dirigiera nunca más la palabra pero, aún así, a estas alturas de la película no tenía sentido esta muestra de odio visceral y impersonal hacia ella, una persona que se limitaba a encarnar el poder político dirigente del país de forma legitima y equilibrista.
Por mucho que la prensa y las hojas parroquiales dijeran que aquella coalición de gobierno era un pacto contra natura, y contra cualquier cosa artificial, ellos ya habían dejado bien claro en el documento fundacional del pacto de gobierno que hacían aquel acuerdo única y exclusivamente para conseguir el poder y sus fantásticos sueldos de gobernantes.
Ya estaban hartos de que siempre les tomasen por unos extremistas de la oposición y no pintar nada.
El Partido Comunista Leninista evolucionó y decidió dejar de hacer congresos generales ya que, a cada reunión con más de tres militantes, siempre salían nuevas escisiones internas y se acusaba a la cúpula dirigente de traidores y de estar aburguesados por el cargo.
Por su parte, el Frente Populista restringió las apariciones publicas de sus dirigentes más demagogos a las campañas de difamación habituales pero quedó expresamente prohibido hacer declaraciones a los medios audiovisuales para pronunciarse sobre cualquier opinión personal de la vida o de los dibujos animados didácticos para los niños con problemas emocionales.
"No haré declaraciones. Todo sea para seguir chupando del bote" declaró su secretario general el día que le preguntaron si le gustaría que los leñadores de la comarca lo ataran a un tronco y le reventaran los testículos a patadas.
Algunos espectadores que vieron ese corte de vídeo en el Telenoticias no se podían imaginar en qué contexto le hicieron una pregunta de esa naturaleza a un dirigente político.
La ex ministra nunca había entendido porque el mundo entero había puesto el grito en el cielo por esta declaración de principios y finales.
La gente merecía sinceridad y honestidad.
Ellos querían pillar la pasta y las prebendas.
Tener la cacerola por el mango, manipular las cerezas y dirigir el cotarro de los presupuestos.
Todo el mundo tiene derecho a progresar y a evolucionar espiritualmente, o al menos, a que su cuenta corriente crezca exponencialmente para mejorar el poder adquisitivo y los lujos refinados o re-engordados.
Ahora era una desilusión filosófica poner nombre y apellidos a aquel odio de las cartas.
Ver una cara detrás del papel. Y Gregorio tenía una cara bastante peculiar.
Un fantasma del pasado con maldiciones del presente.
Se acabó el café amargo como su corazón dolido, se puso el chándal de color verde pistacho y salió de la casita de madera. Aquel paisaje inmenso de la naturaleza nevada la reconforto un poco. Aquella blancura agobiante pagada con dinero negro la estimulaba a correr sin complejos.
Todo acabó una fría tarde de verano sobre el barranco invisible del acantilado del gruñón. La ex ministra de cultura cayó a peso, no se sabe si fue un accidente de la avaricia ociosa o un suicidio doloroso por culpa de los latigazos verbales de Gregorio y su falta de tacto en las amenazas.
A cada cerdo le llega su San Fermín.
La ex ministra de cultura sueca del ex gobierno de coalición entre el Partido Comunista Leninista y el Frente Populista de la extrema derecha estaba tomando un café mientras leía algunas de las antiguas cartas con amenazas de la época en que gobernó.
Gobernó, todo hay que decirlo, de una manera controvertida y arbitraría.
En aquellos días decidió retirar todas las subvenciones oficiales a cualquier actividad cultural para destinar el dinero a comprar nuevo armamento pesado y pelotas de playa ligeras para varios estamentos del ejercito de tierra y del agua y para los bañistas ociosos con ganas de disparar.
La mujer se quedó sorprendida al ver, que entre unos párrafos con un alto contenido sexual explicito dónde la invitaban a ser petada analmente por varios animales de granja, había un estilo de escritura fácil de reconocer para ella.
Era una prosa muy familiar de los años de la post-adolescencia.
Pensó sobre el tema un largo rato y al cabo de dos horas llegó a la conclusión de que aquella carta la había enviado Gregorio, un ex novio de la universidad sin antecedentes penales ni conocimientos elementales para tocar la guitarra clásica.
Recordaba muy bien a aquel personaje corpulento de besos restringidos; era calvo, diabético y escribía en el boletín de estudiantes repetidores.
Claro que pronto se dio cuenta de que había estado perdiendo el tiempo inútilmente ya que la propia carta estaba firmada como “Gregorio, ex novio resentido, alopedico sin azúcar y todavía vigente subdirector del boletín de estudiantes repetidores”.
Aquella firma era la confirmación de lo que sospechaba y esto le resultó muy desagradable y deprimente.
Cómo podía ser que una persona que había conocido personalmente, en la intimidad más intima que se puede tener cuando le comes la boca a alguien mientras te manosea bruscamente la entrepierna rasurada, se subiera al carro de los anónimos con mucho tiempo libre que la perseguían y martirizaban desde que llegó al poder?
Es cierto que ella lo traicionó de varias maneras para que lo despidieran del mejor puesto de trabajo que había conseguido en su vida y que lo calumnió sin escrúpulos para que su propia familia lo desterrase y no le dirigiera nunca más la palabra pero, aún así, a estas alturas de la película no tenía sentido esta muestra de odio visceral y impersonal hacia ella, una persona que se limitaba a encarnar el poder político dirigente del país de forma legitima y equilibrista.
Por mucho que la prensa y las hojas parroquiales dijeran que aquella coalición de gobierno era un pacto contra natura, y contra cualquier cosa artificial, ellos ya habían dejado bien claro en el documento fundacional del pacto de gobierno que hacían aquel acuerdo única y exclusivamente para conseguir el poder y sus fantásticos sueldos de gobernantes.
Ya estaban hartos de que siempre les tomasen por unos extremistas de la oposición y no pintar nada.
El Partido Comunista Leninista evolucionó y decidió dejar de hacer congresos generales ya que, a cada reunión con más de tres militantes, siempre salían nuevas escisiones internas y se acusaba a la cúpula dirigente de traidores y de estar aburguesados por el cargo.
Por su parte, el Frente Populista restringió las apariciones publicas de sus dirigentes más demagogos a las campañas de difamación habituales pero quedó expresamente prohibido hacer declaraciones a los medios audiovisuales para pronunciarse sobre cualquier opinión personal de la vida o de los dibujos animados didácticos para los niños con problemas emocionales.
"No haré declaraciones. Todo sea para seguir chupando del bote" declaró su secretario general el día que le preguntaron si le gustaría que los leñadores de la comarca lo ataran a un tronco y le reventaran los testículos a patadas.
Algunos espectadores que vieron ese corte de vídeo en el Telenoticias no se podían imaginar en qué contexto le hicieron una pregunta de esa naturaleza a un dirigente político.
La ex ministra nunca había entendido porque el mundo entero había puesto el grito en el cielo por esta declaración de principios y finales.
La gente merecía sinceridad y honestidad.
Ellos querían pillar la pasta y las prebendas.
Tener la cacerola por el mango, manipular las cerezas y dirigir el cotarro de los presupuestos.
Todo el mundo tiene derecho a progresar y a evolucionar espiritualmente, o al menos, a que su cuenta corriente crezca exponencialmente para mejorar el poder adquisitivo y los lujos refinados o re-engordados.
Ahora era una desilusión filosófica poner nombre y apellidos a aquel odio de las cartas.
Ver una cara detrás del papel. Y Gregorio tenía una cara bastante peculiar.
Un fantasma del pasado con maldiciones del presente.
Se acabó el café amargo como su corazón dolido, se puso el chándal de color verde pistacho y salió de la casita de madera. Aquel paisaje inmenso de la naturaleza nevada la reconforto un poco. Aquella blancura agobiante pagada con dinero negro la estimulaba a correr sin complejos.
Todo acabó una fría tarde de verano sobre el barranco invisible del acantilado del gruñón. La ex ministra de cultura cayó a peso, no se sabe si fue un accidente de la avaricia ociosa o un suicidio doloroso por culpa de los latigazos verbales de Gregorio y su falta de tacto en las amenazas.
A cada cerdo le llega su San Fermín.
Pos Data: Sí, este escrito no tiene demasiado sentido emocional ni cerebral pero ya hacia demasiado tiempo que no escribía en este sacro santo lugar y quería romper el hielo con lo primero que saliera.